Construcción de una práctica: reflexiones sobre la metodología de enseñanza y aprendizaje
«Bastón en mano, mirada conectada, atención a la respiración del otro.
Esperar para castigar.
Cuerpo reposado en atención.
Palos van y vienen, tensión muscular y nerviosismo en los movimientos.
La salida es pa’dentro…
Presente el pecho para cuidarse.
Hacer público los miedos, las contradicciones.
Un sin fin de elementos se conjugan en el juego de palo venezolano, su esencia defensiva se proyecta en el ritual de los quites en limpio; mientras los palos van y vienen una chispa se enciende, el cuerpo se transforma, la respiración se acelera y los contenidos internos se desbordan hacia afuera, re-dimensionan lo público, la vergüenza queda expuesta ante la punta y su irrevocable verdad». Ro. Santaella

Premisas como: «Usted juega con el cuerpo que tiene» definen mi pisada en el sistema de juego de armas venezolano, la asociación creativa de diversas disciplinas y oficios colocan mi hacer en la indagación del cuerpo y sus posibilidades, la introspección como herramienta de empoderamiento de uno mismo es la vía para el desarrollo de un juego propio y diverso que sostiene la defensa en la psique y la inteligencia emocional.
Las prácticas performativas se gestan en los pliegues.
A mis 44 años lo singular reconoce lo privado y oculto de comportamientos en el otro u otra; los pliegues o fisuras que se encuentran en la lisura de lo establecido, repercuten o resuenan en las corporalidades que acompañan la cotidianidad, hombres y mujeres que se cruzan en mi camino, en el metro, en las calles de diversas ciudades; portan en sus arrugas, en su piel las posibles ventanas por donde salen y entran diversos sentires.
Es allí en esa imagen del pliegue en lo macro y lo micro que el imaginario colectivo revela y oculta lo público que somos.
Público que se niega a gritar por lo ficticio de la inmediatez de nuestra era. Las tecnologías y los mass medias gestaron una niebla que obstaculiza encontrar al otro en los espacios públicos convencionales (calles, plazas, restaurantes, etc.)
Palidez multicolor que traslado lo público a espacios electrónicos, a planos luminosos producidos de silicio.
En esa otra dimensión de lo público ¿Dónde queda lo orgánico de nuestro cuerpo? la presencia. El pliegue de nuestras arrugas faciales, nuestras canas, nuestros olores, el transcurrir del tiempo se ve uniformado por filtros fotográficos digitales.
Ahora somos los editores de una presencia autómata que olvida el pliegue donde se fertilizan ideas, emociones, para categorizarse en:
El público: el conjunto de los espectadores.
El servicio público: el conjunto de prestaciones reservadas en cada Estado a la órbita de las administraciones públicas y que tienen como finalidad ayudar a las personas que lo necesiten.
El sector público: el conjunto de organismos administrativos mediante los cuales el Estado cumple o hace cumplir la política o voluntad expresada en las leyes del país.
Un bien público: aquel que pertenece o es provisto por el Estado a cualquier nivel.
El dominio público: conjunto de bienes y derechos de titularidad pública destinados al uso público (en derecho administrativo) o situación en que quedan las obras literarias, artísticas o científicas al expirar el plazo de protección del derecho de autor.
El espacio público: lugar donde cualquier persona tiene el derecho de circular.
En esas categorías lo público esta distanciado de lo intimo, de las pequeñas situaciones cotidianas que generan símbolos, que a su vez gestan nuestros comportamientos; es allí donde las intimas incertidumbres de cada ser humano se van encajando en el rompecabezas de la lisura de forma autómata. La primera incertidumbre es ese anillo de productor de imaginarios y consumidor de los mismos, anillo que encierra procesos que pueden ser fertilizante para los pliegues o fisuras de uno mismo o del conjunto al que pertenecemos.
La incierta intimidad velada en un público que no reconoce lo orgánico e imperfecto de nuestra cotidianidad es el catalizador para resignificar lo que somos, lo que portamos, contenemos y compartimos en las diversas dimensiones de lo publico.
En mi habitar la práctica se ha ido re-dimensionando enmarcada en la investigación por la auto defensa; comprender la lucha, la Riña, como espacio ritual codificado, estructurado desde las violencias propias, los miedos y la construcción de una acción sostenida en la agresión coloca en revisión la relación de poder y lo antagónico que dirige nuestras maneras de relacionarnos, de presentarnos de cara a los otros.
El juego de garrote venezolano ha transformado esa relación de lo antagónico de la batalla, por una metodología popular que conjuga el juego y la relación antagónica del rival, incompatible, competidor, opuesto por una relación lúdica del compañero de aprendizaje o juego. Metodología que reconoce al otro como un igual, que cede su cuerpo para explorar las realidades impostergables de las armas.
Frases originales del imaginario y saber del Juego de Garrote venezolano como: «No enseñe sin amistad» generan caminos hacia metodologías educativas y performativas progresistas que permiten el encuentro y la revelación de experiencias de desocultamiento de las contradicciones culturales a los que estamos expuesto día a día.
Enseñar y aprender construyendo vínculos afectivos
Cuando nos preguntamos a nosotros mismos: «¿ Qué estoy haciendo?» o: «¿ Por qué lo hago?» y lo realizamos de cara a otro/otra con la mirada enfocada en los ojos del compañero o compañera, con el garrote en la mano, ritualizando el como nos observamos, como nos movemos para quitarnos del arma que se aproxima velozmente a golpear nuestra carne; estamos componiendo un tiempo/espacio que conjuga diversas dimensiones y roles.
Enseñar y aprender sobre la defensa es aprender a indagar en uno mismo y sobre la impostergable realidad del cuchillo que se avecina o la impostergable realidad de las contradicciones culturales cotidianas que nos envuelven.
Nuestra práctica trasciende a una praxis sostenida en múltiples procesos sistemáticos provenientes de las habilidades cognitivas, de las capacidades de resolver problemas, evaluar situaciones, resolver, sistematizar y dilucidar una situación que no es planificada y que incluso entra en el campo de lo desconocido, poniendo a prueba el aprendizaje adquirido y no solo la memoria.
Estos procesos se edifican en el trabajo psicológico, emocional y espiritual que la relación entre los integrantes del Patio (espacio donde se aprende el sistema de lucha) van construyendo, velando desde sus propios sentires. El proceso se gesta a partir de la confianza, respeto, responsabilidad e intimidad que los enseñantes, en este caso jugadores presentan a través de diversos códigos y protocolos culturales, gestuales, psicofisicos y técnicos.
El Patio, es un espacio dedicado realmente a enaltecer los vínculos entre hombres y mujeres, nuestra divinidad y devoción va orientada al hacer y a las relaciones que se accionan mientras conocemos como defendernos, protegernos mutuamente, compartiendo nuestras creencias, nuestros miedos y anhelos familiarmente.